Era una vez una princesa que
se extravió durante una fiesta en una zona rural un poco retirada del palacio. Ella
estaba muy preocupada y asustada al ver que se había quedado sola en aquel
lugar desconocido ya que los carruajes del palacio se habían ido sin notar su
ausencia. Desesperada empezó a buscar
ayuda entre los lugareños, pero nadie se ofrecía a ayudarla por temor a que
luego fuesen acusados de secuestradores. De pronto, se le acercó un joven lugareño
quien se ofreció a llevarla de regreso al palacio. Le aclaró que aunque fuese
una princesa, no se humillaría ante ella, ni soportaría sus caprichos durante
el recorrido.
En el camino se presentaron
varias dificultades mientras caminaban y en muchas ocasiones él actuaba
indiferente, ella le preguntaba “por qué él era tan salvaje, que ella no comprendía
su indiferencia ante algunas circunstancias”. Él le respondió que tampoco comprendía
lo ñoña que era ella, a lo que ella respondió
que no se atreviera a tocarla bajo ninguna circunstancia, y él dijo que no le
interesaba porque no era de su ambiente y no le agradaba juntarse con personas que
como ella se sentían más importantes que otras. Ella iba todo el camino quejándose
de por qué la llevaba a pie ya que al ser una princesa, no estaba acostumbrada
a caminar mucho. Por su parte el joven se puso a cantar mientras la princesa le
decía: “¡mira plebeyo te estoy hablando!”.
De repente vieron que venía
un rebaño de ovejas y la princesa asustada le dijo: - oye ¿que son eso
animales, me pueden hacer daño?-. Él para hacerle “la maldad” le dijo: sí, esos
animales te pueden morder: cúbrete y rápidamente escaló un árbol y ella desde abajo
le decía asustada: tarado ayúdame, no quiero que me muerdan. A lo que él
contestó: sube por ti misma, no puedo tocarte, eso me dijiste. Ella asustada le
ordenó que la subiera. Mas él contestó: wuey… a mí nadie me da órdenes así. Ella
volvió a ordenarle, a lo que él hizo caso omiso. En una, las lágrimas de la
princesa asustada brotaron de sus ojos y con la mirada más tierna que sin darse
cuenta había puesto le dijo: por favor súbeme. Al mirar sus tiernos ojos, el
joven contestó: Está bien. Sujetándola la subió al árbol, ella se aferró a él
llorando, y él le dijo: hey… mantén la distancia, pero ella no lo escuchaba, temblaba
de miedo. El joven había perdido a sus padres cuando era muy niño y ese abrazo
le trajo tiernos recuerdos, le dijo a la princesa: hagamos un trato, no estés
de mandona ni te creas la persona más importante mientras estés de camino
conmigo y no permitiré que nadie se atreva a hacerte daño. Ella aceptó la
propuesta y continuaron con el recorrido.
Iban en silencio, ella lo
miraba y él a ella, pero no hablaban. De repente ella le dijo que tenía hambre y
él le respondió que lo esperara sentada en una roca que estaba cerca del camino
mientras él entraba al bosque en busca de algunas frutas. La princesa le manifestó
que no quería quedarse sola y que le permitiera acompañarlo, cosa que él aceptó
entrado juntos al bosque. Luego de unos minutos encontraron un árbol de naranjas, el joven subió y cortó algunas naranjas, ella
le preguntó que cómo las pelaría al no tener un cuchillo para hacerlo y él le contestó
que para eso tenía las manos y así lo hizo. Mientras ella observaba y admiraba
esa extraña forma de pelar las naranjas, le preguntó cómo había aprendido, a lo
que él respondió que personas como él tienen que aprender a sobrevivir y a buscarse
la comida como se pueda. Que no vivían la vida como ella que lo tenía todo.
Añadió que si en ese momento
ella estuviera en el palacio y él fuera a visitarla sus guardas no le
permitirían pasar. Ella le dijo que si la fuera a visitar le permitiría entrar.
Él le exclamó: no confíes en eso, tú estás dentro del palacio, no sabes lo que
pasa afuera.
Una vez traté de entrar, sólo
para observar, el jardín del palacio, pero me denegaron el acceso, más como soy
tenaz, me las ingenié para ingresar por otro lado. Estando ya en plena
contemplación del jardín, uno de los guardas me sorprendió y sujetándome fuertemente
me llevó a un calabozo con el cargo de que estaba tramando algo en contra del
reino. Ahí estuve por una semana y cuando me sacaron me llevaron afuera comunicándome
que no me atreviera a volver. Les contesté que no me interesaba porque todos eran
unos salvajes y eso me costó el destierro, razón por la cual no aparezco en
ningún listado como ciudadano de estas tierras y por ende no tengo derecho a
nada.
Perdí a mis padres siendo un
niño. Antes vivía maravillado de las cosas que parecen hermosas, pero me di
cuenta que muchas de ellas solo son apariencias ya que su interior no coinciden
con la belleza que pretenden demostrar, por esa razón no tomes a mal ni veas
raro que nadie aparte de mí se hubiese ofrecido a ayudarte a llegar. Yo tuve
que aprender a vivir por mí mismo y las personas humildes son las que me han echado
la mano, no tengo nada contra ti, pero las personas de tu clase no me agradan. Ella
en su defensa argumentó que era diferente y que no sabía nada de eso. Él le respondió:
no lo sabías y si fuese por los de tu clase nunca lo hubieses sabido. Como eres
una princesa te enseñan a vivir una vida sin preocupaciones y que solo veas lo
bueno desde dentro del palacio. Mejor cambiemos el tema y sigamos el camino. Y así
continuaron con su recorrido.
Nuevamente se hizo el
silencio: solo se escuchaban sus pasos y se percibían los cruces de las miradas
entre ellos. Como estaba oscureciendo tuvieron que buscar un lugar donde acampar,
ella le preguntó si pasarían la noche afuera y él le contestó que no había otra
manera y que tendría que buscar un lugar donde ella pudiera dormir. Él estuvo
de vigilia toda la noche cuidando que nada le pasara.
Al día siguiente mientras
caminaban, él un poco con sueño por no haber dormido nada se quedaba por
momentos neutro y ella al darse cuenta le pidió que descansara un rato. Él le
dijo que estaba bien pero ella insistió hasta que él cedió. Él le aconsejó que
no se moviera de su lado para que cuando se despertare se fueran inmediatamente
sin tener que andar preocupado buscándola. Ella accedió. Cuando el joven se
durmió, la princesa se sentó cerca observándolo atentamente hasta que despertó.
Mas tarde retomaron el camino.
En el castillo todos estaban
muy preocupados y cuando uno de los guardas reconoció que el joven que
acompañaba a la princesa era el mismo que había sido encarcelado tiempos atrás,
lo acusó de raptar a la princesa. Antes de que lo sujetaran él le susurró: -¿ves
de lo que te hablaba? - Entonces ella se adelantó apercibiendo al guarda que si
lo tocaba se arrepentiría y tomando al joven de la mano se dirigió hacia su
padre y le contó lo que había sucedido durante todo el camino de vuelta al
palacio.
Como resultado de esta noble
acción, el joven fue incluido nuevamente en los listados de la nación, pudiendo
así ejercer todos derechos que le fueron negados en su pasado.
Con el tiempo la princesa
renunció al cargo de futura reina recayendo esta función sobre su hermana menor.
Al cabo de unos años se casó en el jardín del palacio con aquel joven con quien
compartió la aventura que significó el regreso a su hogar.