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domingo, 2 de septiembre de 2012

Empezar otra vez


Yo antes vivía la vida muy a la ligera, sin pensar en consecuencias y me parecía de gozo y diversión, hasta que entendí que el verdadero gozo se encuentra en Dios.


El Señor Jesucristo es nuestro mejor amigo, el cual nos ama sinceramente y que con su grandioso amor nos da alegría, esas son las palabras que se corean en mi hogar todas las madrugadas al momento de orar y entregar el nuevo día a nuestro padre celestial. Yo nunca puse interés por entender el significado de esas palabras, ni el por qué nos reuníamos para leer la palabra de Dios, yo solo participaba porque lo tenía como rutina.


Somos una familia de cuatro integrantes: mi padre, mi madre, mi hermano y yo. Cuando mi hermano tenía seis años de edad padeció de poliomielitis y su cerebro quedó afectado a consecuencia de esta enfermedad, él perdió la capacidad de establecer conversaciones y de tomar decisiones por sí mismo, él solo repite lo que escucha de otras personas.


Yo estuve viviendo en el campo con mis padres hasta hacerme profesional y consideraba que mi estilo de vida era el mejor que alguien pudiera imaginar y el que todos deseaban, pues en todo oficio que ejercí desde que estuve en la escuela hasta hacerme profesional era considerado como el mejor de los mejores, en la escuela siempre tuve la mejor calificación y cuando me hice profesional me consideraban el mejor de mi área. Mientras estuve viviendo con mis padres, cada vez que nos reuníamos para adorar a nuestro padre celestial, físicamente siempre estuve presente, pero en mi mente estaba muy lejos. Los momentos en que nos reuníamos para meditar acerca de Dios eran los que yo elegía para pensar en lo que pretendía hacer en mi futura vida como profesional e independiente o para pensar cosas que eran más fantasía que realidad.


Cuando me independicé me mudé al pueblo y de vez en cuando visitaba a mi familia en el campo, no muy frecuente, porque consideré muchas veces mi trabajo más importante que cualquier otra cosa, pero un día fui de visita al campo y al momento de despedirme mi hermano me dijo que Jesús me ama, esas palabras ya era una costumbre para él decírmela, le dije: amén hermano, Jesús te ama también; como también era una costumbre para mi contestarle de esa manera. Ese día llegué a mi residencia y me recosté, pero mientras estaba yo recostado esas palabras de mi hermano hacia mí empezaron a rondar por mi mente y en ese momento reconocí que yo estaba actuando mal y fue cuando verdaderamente sentí el amor de Jesús en mí y desde ese día actúo diferente porque fue cuando verdaderamente le abrí mi corazón a Jesús.


A mí no tuvo que pasarme algo malo, ni algo sorprendente o sobrenatural para yo abrirle mi corazón a Cristo Jesús, como he escuchado a personas que dicen que necesitan escuchar un llamado especial para abrirle su corazón a Cristo y creer en él, nunca mis amigos terrenales me abandonaron haciéndome sentir una soledad en mi interior y así buscar de Cristo en ese momento, me bastó con recapacitar viendo lo que es tan obvio mediante lo que me hizo recordar mi hermano a través de esas palabras que desde hace tiempo inconscientemente me decía.


Jesús Te Ama


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