Yo antes vivía
la vida muy a la ligera, sin pensar en consecuencias y me parecía de gozo y
diversión, hasta que entendí que el verdadero gozo se encuentra en Dios.
El Señor
Jesucristo es nuestro mejor amigo, el cual nos ama sinceramente y que con su grandioso
amor nos da alegría, esas son las palabras que se corean en mi hogar todas las
madrugadas al momento de orar y entregar el nuevo día a nuestro padre
celestial. Yo nunca puse interés por entender el significado de esas palabras,
ni el por qué nos reuníamos para leer la palabra de Dios, yo solo participaba
porque lo tenía como rutina.
Somos una
familia de cuatro integrantes: mi padre, mi madre, mi hermano y yo. Cuando mi
hermano tenía seis años de edad padeció de poliomielitis y su cerebro quedó
afectado a consecuencia de esta enfermedad, él perdió la capacidad de
establecer conversaciones y de tomar decisiones por sí mismo, él solo repite lo
que escucha de otras personas.
Yo estuve
viviendo en el campo con mis padres hasta hacerme profesional y consideraba que
mi estilo de vida era el mejor que alguien pudiera imaginar y el que todos
deseaban, pues en todo oficio que ejercí desde que estuve en la escuela hasta
hacerme profesional era considerado como el mejor de los mejores, en la escuela
siempre tuve la mejor calificación y cuando me hice profesional me consideraban
el mejor de mi área. Mientras estuve viviendo con mis padres, cada vez que nos
reuníamos para adorar a nuestro padre celestial, físicamente siempre estuve
presente, pero en mi mente estaba muy lejos. Los momentos en que nos reuníamos
para meditar acerca de Dios eran los que yo elegía para pensar en lo que
pretendía hacer en mi futura vida como profesional e independiente o para
pensar cosas que eran más fantasía que realidad.
Cuando me
independicé me mudé al pueblo y de vez en cuando visitaba a mi familia en el
campo, no muy frecuente, porque consideré muchas veces mi trabajo más
importante que cualquier otra cosa, pero un día fui de visita al campo y al
momento de despedirme mi hermano me dijo que Jesús me ama, esas palabras ya era
una costumbre para él decírmela, le dije: amén hermano, Jesús te ama también;
como también era una costumbre para mi contestarle de esa manera. Ese día
llegué a mi residencia y me recosté, pero mientras estaba yo recostado esas
palabras de mi hermano hacia mí empezaron a rondar por mi mente y en ese
momento reconocí que yo estaba actuando mal y fue cuando verdaderamente sentí
el amor de Jesús en mí y desde ese día actúo diferente porque fue cuando
verdaderamente le abrí mi corazón a Jesús.
A mí no tuvo
que pasarme algo malo, ni algo sorprendente o sobrenatural para yo abrirle mi
corazón a Cristo Jesús, como he escuchado a personas que dicen que necesitan
escuchar un llamado especial para abrirle su corazón a Cristo y creer en él,
nunca mis amigos terrenales me abandonaron haciéndome sentir una soledad en mi
interior y así buscar de Cristo en ese momento, me bastó con recapacitar viendo
lo que es tan obvio mediante lo que me hizo recordar mi hermano a través de
esas palabras que desde hace tiempo inconscientemente me decía.
Jesús Te Ama
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